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7 de julio de 2012

PERÓN Y EL SINDICALISMO LATINOAMERICANO


“El trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general”. Constitución de la Nación Argentina, 1949.



Año a año miles de ciudadanos buscan la posibilidad de conseguir un trabajo tanto en fábricas, empresas, y el Estado, entre otros lugares. Ellos poseen derechos laborales que los protegen y los sindicatos son aquellos encargados de que estos sean respetados.

En Argentina los orígenes sindicales se remontan a fines del siglo XIX y principios del XX, en la oleada de inmigrantes que huían de la pobreza y el hambre de Europa. Italianos, españoles, turcos, etc, conformaron lo que fue el anarquismo y el socialismo combativo. Pero estos desconocían la realidad argentina por no haber vivido su historia. El proceso de sustitución de importaciones durante la década infame, momento en que los inmigrantes europeos ya habían sido asimilados, dará origen a una verdadera clase trabajadora argentina.

Recién a principios de la década del 40, cuando asumió como Ministro de Trabajo y Previsión el por entonces Coronel Juan Domingo Perón, se establecieron una serie de derechos laborales, que eran hasta entonces inexistentes, y un cobijo bajo la tutela del Estado para esta nueva clase social.

El sindicalismo peronista fue uno de los blanco predilectos de todos los gobiernos golpistas posteriores al 55. Sin embargo, los logros alcanzados en la Gran Década no pudieron desbaratarse sino hasta la última dictadura cívico-militar. No obstante en el inconsciente colectivo aún resuenan los logros obtenidos en aquellos años.

El avance social que generó el peronismo influenció a toda Latinoamérica. Una vez creado el Banco Interamericano de Progreso, con aporte argentino y con asiento en Méjico, base del accionar de todos los planes de los países de Centro y Sudamérica que adherían a políticas nacionales, se creó la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), iniciativa en formación de un movimiento sindical latinoamericano que escapara por igual a las influencias de la ORIT (Organización Interamericana de Trabajadores, pro-norteamericana) y de la Federación Sindical Mundial (pro-soviética).

En 1947 había nacido el Departamento Internacional de la CGT bajo la dirección de Antonio Valerga, Secretario Adjunto, se ocupó de organizar la presencia de las delegaciones de trabajadores en las asambleas de la ORIT. La acción de los delegados obreros tejió una red de relaciones entre los sindicalistas latinoamericanos.

La Confederación General del Trabajo (CGT) Argentina convocó a un congreso en la ciudad de Asunción del Paraguay en 1952 donde se conformo el ATLAS. Dicho congreso reclamó por la Independencia de Puerto Rico; reprobó las detenciones y amenazas de muerte a los trabajadores mineros de Bolivia; reclamó por las represalias a trabajadores de Guatemala que concurren a reuniones internacionales; se condenó tanto a la influencia comunista como al imperialismo capitalista explotador, que trata de reducir a los pueblos a la hegemonía de un capital sin alma y sin escrúpulos.

Una vez producido el golpe que derriba a Perón y, a pesar de ser un organismo de carácter internacional, el Poder Ejecutivo decretó la intervención del ATLAS. La Infantería de Marina tomó por asalto la sede de la organización, oportunidad en que fueron incautados sus bienes y destruidos sus archivos. Y bajo el gobierno de Arturo Frondizi se dispuso recabar la disolución judicial de la entidad, acordado por el juzgado correspondiente en diciembre de 1958.

Sin embargo en la resistencia obrera y lucha política del peronismo contra las proscripciones y la entrega, y en un contexto nacional de honda crisis se aprobaron dos programas obreros, que constituyen un auténtico programa de gobierno, claramente antioligárquico y antiimperialista, enmarcado en las grandes banderas históricas del peronismo: el Programa de La Falda (1957) y el Programa de Huerta Grande (1962).

La década del 90 con su flexibilización laboral en diferentes puntos de América Latina no hizo más que alejar a los diferentes países y en consecuencia a sus centrales obreras.

En Argentina la convertibilidad terminó de modificar las relaciones de fuerzas del sindicalismo. Gran parte de la dirigencia gremial acató sin chistar las medidas que destruían sus propios sindicatos. Otra parte que se vio beneficiada por las privatizaciones obtuvo el poder suficiente para negociar en busca de más ganancias individuales en desmedro de los trabajadores. Otros se opusieron dando origen a la CTA y al MTA.

Tras la crisis del 2001, el poder de los sindicatos resurgió al calor de la expansión económica kirchnerista. En la Argentina pos-crisis se expandieron actividades como el transporte, los alimentos o el petróleo. Fueron estos gremios, los ganadores del nuevo modelo, quienes asumieron el liderazgo político del sindicalismo en la nueva etapa.

Es menester evocar esa unión sindical que pretendía estar ajena a los designios de EE.UU. y la URSS y si condicionada al destino latinoamericano, ajustando el recuerdo a la nueva realidad que nos toca vivir. La crisis que golpea en los países centrales permite una ocasión importante para los pueblos latinoamericanos a resolver las obras pendientes.

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